La crisis económica de 1929, conocida como la Gran Depresión, tuvo un impacto profundo y
duradero en México, un país que aún luchaba por recuperarse de los estragos de la
Revolución Mexicana. La caída de los mercados internacionales y la drástica reducción del
comercio global afectaron gravemente a la economía mexicana, que dependía en gran medida
de las exportaciones de materias primas, como el petróleo y los minerales. La abrupta caída
de los precios de estos productos generó una severa contracción económica, que se tradujo en
desempleo, reducción de ingresos y un aumento de la pobreza. Esta crisis coincidió con un
momento delicado en la historia de México, ya que el país estaba en proceso de consolidar su
sistema político bajo el recién creado Partido Nacional Revolucionario (PNR).
Uno de los sectores más afectados por la crisis fue la industria petrolera, que había sido una
de las principales fuentes de ingresos para el país durante las primeras décadas del siglo XX.
La caída de la demanda internacional de petróleo, combinada con la sobreproducción global,
llevó a una drástica reducción de los precios y a la paralización de muchas operaciones en los
campos petroleros mexicanos. Esto no solo afectó a las empresas extranjeras que operaban en
México, sino también a los trabajadores mexicanos, quienes perdieron sus empleos en masa.
Como señala Cárdenas (1987), "La Gran Depresión obligó al gobierno mexicano a replantear
su modelo económico, buscando reducir la dependencia de las exportaciones y fomentar la
industrialización interna" (p. 92). La crisis petrolera exacerbó las tensiones entre el gobierno
mexicano y las compañías extranjeras, que se resistían a cumplir con las regulaciones y a
pagar impuestos justos. Este conflicto sentaría las bases para la eventual expropiación
petrolera en 1938, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Además del petróleo, otros sectores clave de la economía mexicana, como la minería y la
agricultura, también sufrieron los efectos de la Gran Depresión. La minería, que dependía en
gran medida de las exportaciones a Estados Unidos, experimentó una caída significativa en la
demanda, lo que llevó al cierre de minas y al despido de miles de trabajadores. Por su parte,
la agricultura, que ya enfrentaba problemas estructurales derivados del sistema de haciendas
y la falta de inversión, se vio aún más afectada por la caída de los precios internacionales de
productos como el henequén y el café. Esta situación agravó las condiciones de vida de los
campesinos, muchos de los cuales ya vivían en la pobreza extrema.
El gobierno mexicano, encabezado por Emilio Portes Gil y luego por Pascual Ortiz Rubio,
enfrentó serios desafíos para responder a la crisis. Aunque se implementaron algunas medidas
para estimular la economía, como la creación de programas de obras públicas y el fomento a
la industria nacional, estas iniciativas resultaron insuficientes para contrarrestar los efectos de
la recesión global. Además, la crisis limitó la capacidad del gobierno para financiar proyectos
sociales y económicos, lo que afectó negativamente a la población más vulnerable. Esta
situación generó un creciente descontento social, que se manifestó en protestas y
movilizaciones en diversas partes del país.
La crisis económica de 1929 también tuvo importantes repercusiones políticas. Por un lado,
exacerbó las tensiones entre el gobierno y los sectores empresariales, tanto nacionales como
extranjeros, que criticaban las políticas económicas del régimen. Por otro lado, la crisis
fortaleció el discurso nacionalista y revolucionario del PNR, que aprovechó la situación para
justificar una mayor intervención del Estado en la economía. Este enfoque se reflejó en
políticas como la reforma agraria y la promoción de la industria nacional, que buscaban
reducir la dependencia de México de los mercados internacionales y fortalecer la economía
interna.
A pesar de los desafíos, la crisis también abrió oportunidades para la transformación
económica y social de México. La necesidad de enfrentar la recesión llevó al gobierno a
implementar reformas que, aunque limitadas, sentaron las bases para un mayor control estatal
sobre la economía. Además, la crisis fortaleció la idea de que México debía diversificar su
economía y reducir su dependencia de las exportaciones de materias primas. Estas ideas
influyeron en las políticas económicas de gobiernos posteriores, especialmente durante el
cardenismo, cuando se implementaron medidas más radicales, como la expropiación petrolera
y la expansión de la reforma agraria.
En el ámbito social, la crisis de 1929 exacerbó las desigualdades existentes en México, pero
también generó un mayor impulso para las demandas de justicia social y redistribución de la
riqueza. Los movimientos obreros y campesinos, que ya habían ganado fuerza durante la
Revolución, aprovecharon la situación para presionar al gobierno en favor de reformas más
profundas. Este contexto ayudó a consolidar el papel del Estado como mediador entre los
diferentes sectores de la sociedad, un rol que se reforzaría en las décadas siguientes. la crisis
económica de 1929 tuvo un impacto profundo en México, exacerbando los problemas
económicos y sociales derivados de la Revolución. Sin embargo, también representó una
oportunidad para la transformación del país, al impulsar reformas que buscaban reducir la
dependencia de los mercados internacionales y fortalecer la economía interna. Aunque los
efectos de la crisis fueron dolorosos, sentaron las bases para un mayor intervencionismo
estatal y para la consolidación del proyecto revolucionario en las décadas siguientes
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