La ruptura entre Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas en 1935 marcó un punto de inflexión en la historia política de México, ya que representó el fin del Maximato y el inicio de una nueva etapa en la consolidación del proyecto revolucionario. Calles, conocido como el "Jefe Máximo de la Revolución", había ejercido una influencia decisiva en la política mexicana desde su salida de la presidencia en 1928, controlando a los presidentes que lo sucedieron y manteniendo un poder casi absoluto. Sin embargo, la llegada de Cárdenas a la presidencia en 1934 cambió esta dinámica, ya que el nuevo presidente buscaba consolidar su autoridad y llevar a cabo reformas más radicales en beneficio de los sectores populares. La relación entre Calles y Cárdenas comenzó de manera cordial, ya que Calles había apoyado la candidatura de Cárdenas y lo consideraba un aliado leal. Sin embargo, pronto surgieron tensiones entre ambos líderes, debido a las diferencias en sus visiones políticas y a la creciente autonomía de Cárdenas. Mientras que Calles buscaba mantener el control sobre el gobierno y limitar las reformas radicales, Cárdenas estaba comprometido con un proyecto de transformación social que incluía la redistribución de la tierra, la nacionalización de los recursos naturales y el fortalecimiento de los derechos laborales. Estas diferencias se hicieron evidentes en 1935, cuando Cárdenas comenzó a tomar decisiones sin consultar a Calles, lo que generó un conflicto abierto entre ambos.
La ruptura entre Calles y Cárdenas se concretó en junio de 1935, cuando Cárdenas ordenó la expulsión de Calles del país, acusándolo de conspirar contra el gobierno y de obstaculizar las reformas revolucionarias. Este acto marcó el fin del Maximato y el inicio de una nueva etapa en la política mexicana, en la que Cárdenas consolidó su autoridad y llevó a cabo un ambicioso programa de reformas. La expulsión de Calles fue recibida con entusiasmo por muchos sectores de la sociedad mexicana, que veían en Cárdenas a un líder comprometido con los ideales de la Revolución y dispuesto a enfrentar a las élites que habían obstaculizado el cambio.
La ruptura entre Calles y Cárdenas también tuvo importantes implicaciones para el Partido Nacional Revolucionario (PNR), que había sido creado por Calles en 1929 como un instrumento de control político. Cárdenas, consciente de la necesidad de fortalecer el partido y convertirlo en una herramienta para la transformación social, impulsó una serie de reformas internas que buscaban democratizar su estructura y ampliar su base de apoyo. Estas reformas culminaron en la creación del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938, que integró a los sectores obrero, campesino, popular y militar en una sola organización. Este cambio reflejó el compromiso de Cárdenas con la inclusión y la justicia social, y sentó las bases para el sistema político que dominaría México durante las siguientes décadas.
En el ámbito social, la ruptura entre Calles y Cárdenas permitió la implementación de reformas más radicales, que buscaban beneficiar a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Durante su presidencia, Cárdenas llevó a cabo una amplia redistribución de tierras, nacionalizó la industria petrolera y fortaleció los derechos laborales, lo que le valió el apoyo de los trabajadores y los campesinos. Estas reformas no solo consolidaron el proyecto revolucionario, sino que también fortalecieron la legitimidad del gobierno y el papel del Estado como promotor del bienestar social.
La ruptura entre Calles y Cárdenas en 1935 marcó el fin del Maximato y el inicio de una nueva etapa en la historia de México. Este evento permitió la consolidación del proyecto revolucionario bajo el liderazgo de Cárdenas, quien llevó a cabo un ambicioso programa de reformas sociales y económicas. Aunque la ruptura generó tensiones y conflictos, también abrió el camino para la construcción de un México más justo e igualitario, en el que los ideales de la Revolución se convirtieron en una realidad para millones de mexicanos.
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